“Caía cada gota de agua sobre el largo Océano y formaba
millones de hondas, y sobre esas otras y otras… Los cristales de coches y casas
se empapaban y dejaban deslizar cada una. No había nadie y no sabía si era por
la lluvia o por mí. Durante toda mi vida las personas se han alejado. He visto miradas
felices convertirse en miradas vacías cuando, sin saber el motivo, las
decepcionaba. Siempre he intentado hacer las cosas lo mejor posible, y a veces
lo conseguía, aunque otras todo saliera mal. Me considero una persona
luchadora, y que quiere a todos los que le quieren. Me encanta proteger a mi
gente, verles agradecidos y agradecidas y sentir que soy importante para ellos
y para ellas. Pero a pesar de tanto esfuerzo, a pesar de no querer alejarme de
ninguno, todo se ha torcido y he acabado sin nadie. Tal vez el esfuerzo haya
sido demasiado, o quizás haya sido mi insistencia por proteger lo que ha
agotado a todos, pero ahora no puedo hacer más nada. La resignación es lo que caracteriza
mi vida; la resignación, la impotencia y, cada vez más, la ira. Lucho cada día
contra mis demonios y contra las tentaciones que ellos a mi vista ponen, y
hasta el momento lo he superado. El problema es que no sé hasta cuando durarán
mis fuerzas; no sé la manera de encontrarlas ni mucho menos la manera de
mantenerlas. Cada día la lluvia es más intensa, el Océano es más profundo y los
cristales se rompen. No sé cuándo será el momento en el que mis ojos dejen de
llorar.”
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