No estamos solos en el mundo. Somos muchos, con diferentes
opiniones, gustos, deseos, planes… La diferencia es precisamente lo que deberíamos
tener en cuenta para respetar a los que nos rodean, porque lo que tú quieres no
puede ser siempre lo que deba hacerse. Pensar constantemente en los intereses
de uno mismo puede agotar a mucha gente que te rodea, puede traer conflictos y
puede conseguir que se alejen incluso de ti. Seamos más respetuosos y menos
egocéntricos, no somos lo único que vive en este mundo. Es una característica
fundamental en el ser humano saber convivir, porque es lo que hacemos día tras
día desde que nos levantamos; convivir, incluso con nosotros mismos. Ser
extremadamente egoísta solo te va a llevar a un lugar: a estar solo. Todos
tenemos nuestras propias conveniencias y nuestros propios intereses, y ser
egoísta y egocéntrico es precisamente lo que ha llevado a la desgracia a este mundo.
domingo, 6 de septiembre de 2015
viernes, 4 de septiembre de 2015
Sucumbir...
Se trataba de un día de playa muy soleado, con
sonido de olas y callaos, chocando unos con otros consiguiendo así una hermosa melodía.
Me sumergía en el agua para ver desde abajo el reflejo del Sol; sus rayos
atravesando cada milímetro, mostrando un cuadro perfecto y único. Ahí abajo me
pasé un buen rato, hasta agotar todo el oxígeno que cabía en el interior de mis
pulmones. Salí y tome una gran bocanada de aire para inflar mi pecho y sentirme
vivo, tan vivo como el mar. Al salir el panorama había cambiado; el Sol ya no
estaba y los peces se habían marchado; no había gente en la playa y tampoco
ruido; el agua estaba en completa calma. Me asusté y mi cuerpo comenzó a temblar.
Se escuchaba el sonido de mis dientes al chocar y cada uno de mis músculos se
dilataba y contraía a la velocidad de la luz. Me percaté de que no lo hacía por
el repentino frío que se apoderó del lugar, era algo más fuerte y más
desconcertante. Admito que perdí el control. La oscuridad se hizo con todo lo que
me rodeaba y sólo faltaba yo, sólo yo para estar en armonía con aquello. Es
fácil dejarse llevar simplemente para camuflarse y refugiarse, tan fácil que hasta
yo lo hice aunque no del modo que esperaba. Simplemente cerré los ojos y me
relajé, pasé de todo. Me senté en un rincón y ahí estuve observando cómo se
hundía todo y cómo yo quedaba a flote. No es sencillo hacerlo, pero es cierto que
a veces nuestro cerebro pide que todos los problemas queden sumergidos bajo tu
ser.
jueves, 3 de septiembre de 2015
Barco de papel.
Soplaba un rico viento que nos desplazaba por aquel pequeño
río, rodeado de vegetación y calma, un lugar donde la tranquilidad estaba
asegurada y donde enfadarse era cosa de tontos. En el agua veíamos grandes
peces que adornaban el entorno y dulces ruiseñores recogiendo néctar de tantas
plantas que podían avistarse. Yo y mi compañero estábamos fascinados por todo
lo que en aquella tierra virgen se encontraba y habitaba. En alguna ocasión un
reflejo en el agua nos mostraba la presencia de sirenas y seres jamás vistos en
algún otro lugar. Era precioso, hasta el color de las piedras lo era. Más
adelante se apreciaba un pedacito de costa lo suficientemente grande como para
que nuestro barco atracara, y así lo hicimos. Nuestras tripas sonaban por tan
largo viaje; fue entonces cuando decidimos que buscar comida en la isla era la
idea más acertada. Saqué mi hacha y fuimos en busca de rica comida. En un árbol
muy grande encontramos un fruto muy parecido a un coco, muy apetecible, así que
lo cogimos y nos sentamos bajo su inmensa sombra para disfrutar del manjar.
Nunca había probado nada parecido, una verdadera delicia… En ese momento mi
compañero oyó algo entre los árboles. Nos agachamos y vimos nada más y nada
menos que a un pirata, con su pata de palo, su garfio y su parche en el ojo.
Llevaba una caja de madera muy pesada y detrás de él iba otro señor que parecía
un esclavo. No había otra opción, teníamos que ayudarle a escapar. Salí
corriendo hacia el pirata y le di con el mango de mi hacha en la
cabeza. Pude ver cómo le salían pajaritos y cómo sus ojos le daban
vueltas y vueltas del mareo del golpe. Agarramos al esclavo y salimos corriendo
dirección a nuestro barco; en ese momento recordé a Peter Pan venciendo al
capitán Garfio. Cuando llegamos a la orilla me llevé una desagradable
sorpresa… El barco se alejaba solo, a la deriva. ¿Tanto tiempo estuvimos en la
isla? Miré a mi compañero y al antiguo esclavo de aquel malvado pirata y ambos habían desaparecido… Me vi solo, observando como mi preciado barco se
alejaba más y más… ¿Cuándo crecí tanto? Ahora lo veo claro, no era más que un
simple barco de papel.
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