Una sola discusión marcó toda mi vida. No acabamos bien esa
noche; le grité, le dije cosas horribles, y aunque él a mí también uno nunca
piensa en lo que puede pasar luego. No hubo más llamadas ni más mensajes.
¿Tanto había sido? Una llamada confirmo mi tristeza, mi agonía y un sentido de
culpa que jamás nadie podría quitarme. Un coche había acabado con todo, un
estúpido coche. Nunca pude despedirme ni recordarle que aunque discutiéramos
era todo para mí. Aunque él lo sabía no pude decirlo. Le echo de menos. “Tengo
frío, arrópame desde donde estés amor mío”, repito cada noche al acostarme
deseando sentir su presencia al menos una sola vez más. Su presencia era lo
único que me calmaba en las noches de pesadillas, aquellas en las que el sueño
estaba lejos de mí. Ya no duermo desde hace semanas; semanas eternas, semanas
amargas. ¿Dónde estás…?
Un roce me calma, un roce me arropa, un roce me dice que
estas aquí.
Recuerda que siempre te querré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario