Nuestra mente es como una cuerda sujeta que es movida por alteraciones
en su entorno. Mientras ondula, nada puede agarrarse a ella y resulta imposible
reconocerla en su forma natural, calmada y centrada. Es muy difícil mantener
una cuerda sujeta inmóvil, por eso permitimos cada día que se mueva y no
intentamos detenerla de vez en cuando. El gran problema es que se trata de una
cuerda sensible y tanto movimiento comienza a desgastar sus nudos. Poco a poco se encuentran más
erosionados hasta que de pronto se cae, y arreglarla resulta muy complicado en
algunas ocasiones. Y así continúa el ciclo. Puede ser un círculo vicioso, pero
podemos impedirlo. La cuerda que se mantiene sujeta no se desgasta; todos
pueden agarrarse a ella y al ser tan fuerte, no se rompe. Puede ayudar porque ha
luchado para conseguir su forma. Y así continúa, sin romperse en pequeñas tempestades.
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